Esta antología de relatos, escrita entre los meses más duros de reclusión doméstica por coronavirus (marzo a mayo de 2020), combina fantasía y cotidianidad. En ella, y con un estilo cálido y divertido, el autor reflexiona sobre la situación de la COVID-19 desde diferentes ángulos: la vida en pareja, la amistad, el miedo a la soledad, el arte, el duelo…
En palabras de su autor, los cuentos son
Pequeñas miniaturas en forma de texto que, descubrí, funcionan un poquito mejor cuando el público participa de ellas. Cuando les añade su propia voz. Como una buena comida, que no se siente completa sin su característica tertulia posterior.
Podemos aventurarnos y afirmar que un cuento es algo más que un evento literario. Es un ejercicio de comunicación, diálogo y aprendizaje. Por eso, cuando el Gobierno de España decretó el estado de alarma el 14 de marzo de 2020, volví a pensar en la utilidad de los cuentos, ya que pueden suponer un bálsamo frente a la pérdida de libertades y sus consecuencias, pues la Covid-19 ha impactado en todos y cada uno de los pilares que sustentan el estado del bienestar.
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